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MUTE, Método para contar el tiempo.
John Yau , 2013
Desde que entré en contacto con el trabajo de Sutil a
principios de la década de los ochenta y empecé a escribir
sobre él unos pocos años después, he pensado en ella
como una artista cromática. Su cuerpo de obra, Mute,
marca un quiebre importante con su obra cromática
más temprana, donde la evidencia del trazo había sido
eliminada. En los grabados, pinturas al óleo, acuarelas y
gouaches en papel, incluidos en su exposición actual, Sutil
desnuda todo lo que hace —todos los procesos técnicos
que ha desarrollado y dominado— hasta que se queda con
un solo acto, simple y repetitivo, que requiere una intensa
concentración y una precisión que dé cabida al cambio y al
accidente.
El acto de Sutil es el de tocar el papel o la tela con un
pincel cuidadosamente cargado, dejando una impresión
y luego, una tras otra, en filas. Esta impresión se parece a
una lágrima, a la llama de una vela o a una huella digital;
aguas que caen, fuegos que se elevan y elementales signos
humanos. Austeras, directas e incluso desnudas, cada una
de estas impresiones es un acto de oración, devoción y
humildad. Una manera de dejar una marca y honrar la
incansable forma en que el tiempo se despliega y en la cual
el infinito es el único destino. La colocación de cada una de
estas impresiones influye en la orientación de la impresión
adyacente. Cada una es definitiva. Nada es alterado. No hay
pasos hacia atrás.
Lo directo del trabajo de Sutil equivale a una negación
a posar o a realizar grandes afirmaciones, algo que
parece una decisión necesaria en la escena actual. En
lugar de realizar un gesto destinado a llamar la atención
en medio del ruido de los medios de prensa, ella
decide ser muda. En ese nivel, su arte parece tener muy
poco que ver con lo que los comisarios del arte han
proclamado como relevante para el público y, así, para el
mundo. La forma en que ella repudia la retórica verbal y visual que hemos llegado a esperar del arte —pienso en
las declaraciones de relevancia social — llega a nosotros
como un bienvenido alivio.
Ya sea aplicando aguada blanca de témpera u óleo a
un fondo negro, Sutil empieza a moverse a través de la
superficie partiendo por la esquina superior izquierda.
Cuando termina una línea, empieza inmediatamente con la
siguiente, pero no siempre. Hay ocasiones en que empieza
a pintar con un color nuevo en la mitad de una línea u otras
en que la línea se va apagando para acabar incompleta.
Pese a toda la uniformidad de forma, cada impresión es diferente, pudiendo ser densas o translúcidas. Distintos
racimos de formas y configuraciones parecieran estar a
punto de emerger y volver a disolverse en el campo total,
que se siente como si estuviera en estado de cambio.
En algunas líneas, las impresiones se inclinan hacia la
izquierda, mientras que en otras se inclinan ligeramente
a la derecha. El efecto es cautivante y mantiene nuestra
atención en constante busca de foco, yendo de una a una
serie y de vuelta. En los pocos trabajos donde no acaba
una línea antes de empezar con la siguiente, pareciera
estar reconociendo que recortamos el tiempo en pasajes
más pequeños y manejables.
Al realizar sus acuarelas, Sutil primero cubre el papel con
una aguada de color rojo-tierra. En la exposición es posible
ver una obra con un charco seco de color que destaca,
como el estallido de una estrella, desde la mitad de la
parte superior de la página. Mientras iba aplicando sus
marcas en la primera fila, Sutil cambió la forma en que
estaban dispuestas de modo que se ajustaran al borde
del charco, que introducía un cierto aspecto topográfico
a la obra. La artista no solo está dejando una impresión
sobre una superficie en blanco, sino que sus pinceladas
responden a la superficie de la misma forma en que lo
hacen a las impresiones adyacentes.
En estas obras —que marcan el comienzo de una nueva
etapa en la obra de Sutil— veo conexiones con otros
artistas que contabilizan el tiempo en sus obras: Forrest
Bess, Roman Opalka, On Kawara y, con algo más de
distancia, Andrew Masullo en sus obras tempranas de
medios mixtos, que realizó utilizando collage y fotografías
halladas. Como ellos, Sutil ha encontrado una forma de
organizar el caos del tiempo, la forma inmisericorde en
que este erosiona todo lo que conocemos y amamos. Si
ponemos a un lado algo tan básico y humano como esto,
los llamados de atención disfrazados de declaraciones de
relevancia social y descubrimientos estéticos que circulan
en la escena artística y son parte de su rutina, se ven
incluso más triviales y ridículos de lo que ya son. Las obras
recientes de Francisca Sutil son alfombras de oración que
te acompañarán en tu viaje.
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