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Papel – Pintura
Ronny Cohen
Mirar más allá de lo familiar para ver el lado universal de las cosas supone un gran esfuerzo. Compartir esa visión con los demás es aún más arduo. A todo artista le gusta pensar que él –o ella– tiene ese don; pero sólo unos pocos, los mejores, lo poseen. Una artista que claramente lo posee es Francisca Sutil.
Visionaria de una nueva sensibilidad, es una pintora que se atreve a iluminar con la luz penetrante de su imaginación inspirada el mundo de las apariencias. Real en el sentido más profundo, no necesariamente realista, abstracta y representativa sin ser descriptiva, sus pinturas revelan las esencias y tocan la médula palpable y el centro psíquico de la realidad misma. La base de la precisa calidad de su obra es la visión profundamente personal y poética desarrollada desde 1978. Ese año encontró definitivamente su propio camino al descubrir el medio de la pulpa de algodón (papel hecho a mano). En 1978 Francisca Sutil ya vivía en Nueva York. Había llegado el año anterior luego de completar sus estudios en la Universidad Católica de Chile, donde se especializó en grabado. Sutil reaccionó rápidamente a la estimulación ante el espíritu experimental que existía en el arte en Nueva York a fines de los años setenta, dominado principalmente por el conceptualismo.
Recuerda en ese entonces haber estado trabajando en esculturas geométricas proyectadas para gran escala, aún no realizadas, para las cuales hizo muchos dibujos y maquetas. Algunos de esos dibujos de espirales inspiraron a un amigo a sugerirle que hiciera las mismas imágenes en relieve en papel.
Este acertado consejo la condujo a pensar en la posibilidad de la pulpa de algodón (papel) y, por consecuencia, a un giro definitivo en su carrera.
Hablando de su reacción inicial frente al material, ella afirma: “Estaba trabajando solamente con ideas y de pronto descubrí la sensualidad de este material cuyos colores me recordaban el desierto, su aridez, su tierra y su fuerza”.
Luego de un breve curso básico, Sutil dominó la técnica de hacer papel, proceso por el cual la fibra de algodón se corta, se sumerge en un receptáculo con agua y se bate hasta obtener pulpa. A esta pasta se agregan pigmentos y otras sustancias a fin de producir una hoja. Ella misma comenta que en 1978 “estaba enamorada del material, atraída por su calidad terrenal, que es tan real”. No es sorprendente entonces que su primera serie de trabajos se relacionen con esta “calidad terrenal”.
El peso, solidez y belleza de la tierra, así como su naturaleza impredecible y hasta peligrosa, y su capacidad de cambio y renovación son algunos de los aspectos expresados en la serie Estratos 1978-79. Cada pedazo de cada pintura, desde los colores hasta las formas, de las varias secciones y ritmos de composición, son una metáfora destinada a sugerir diferentes sensaciones y sentimientos sobre la tierra. Algunos ejemplos evocan formas y estructuras que tienen textura de piedra o forma de cerro; otras evocan escenas casi pastoriles de lagos montañosos y paisajes. De acuerdo con el tema de esta serie, varios ejemplos contienen trozos de tierra, semillas de eneldo, arena y alfalfa añadidas a las pulpas coloreadas para destacar texturas. Entre los más impresionantes de estas series terrestres, están los últimos trabajos que son al mismo tiempo los de mayor tamaño. Estas composiciones, con sus oscuras y densas capas de pigmento, crean la ilusión de que no sólo representan la tierra sino que se han convertido en la tierra misma: tan palpablemente real es la impresión que crean.
Entre 1980 y 1982, varias series que tratan de formaciones geológicas específicas, incluyendo cerros y volcanes (otros temas recurrentes son rocas y lagos) demuestran un control creciente de los métodos y los medios. Los montículos suavemente redondeados de las pinturas de cerros, se ven tan parejos en los contornos que parecen haber sido cortados con molde. En las pinturas de Volcanes, no sólo estos emergen como formas independientes sino que son, al mismo tiempo, figura y fondo. Fue en ellos, afirma la artista, que “por primera vez usé un color no estrictamente relacionado con la naturaleza”.
Ese color, por supuesto, es rojo. Su uso más y más atrevido del rojo es evidente al comparar el grupo de pinturas de volcanes. En el díptico de 1982, que combina dos mitades de volcán, cada mitad es toda roja con excepción de una veta azul y angosta que corre a lo largo del borde central; el rojo, que parece vibrar furiosamente cerca del azul y amarillo que sirve de cielo o fondo, establece la nota elevada, la atmósfera explosiva de esta composición, la menos naturalista y más abiertamente simbólica del grupo.
El tono seguro y agudo de los colores de las pinturas de estos años, es el resultado positivo de la extensa investigación que Sutil ha llevado a cabo con éxito en este período. Los pigmentos especiales dispersos en agua que ella descubrió entonces y ha continuado usando son “colores estables que no desteñirán y tan permanentes como cualquier buen óleo”. En la serie llamada Fuerzas de 1983, la energía esencial que comparte toda materia es evocada por el uso sofisticado de metáforas abstractas.
Toda clase de fuerzas activas y agresivas, vertidas al exterior y competitivas, reactivas e introvertidas, pasivas y complacientes determinan estas composiciones y las relaciones dentro de la obra; por ejemplo, cómo un triángulo negro choca con la zona rosa bajo él o cómo un segmento azul parece detener el avance de un amarillo invasor, así como el clima emotivo de estas pinturas, son equivalentes directos del tema en cuestión.
La experiencia de afinamiento de su manera de enfocar en Fuerzas, también llevó a Sutil a redefinir su propia actitud hacia el papel en la serie Collages de 1984-85. En estos trabajos, los más complejos realizados hasta el momento, ella se vuelve más abierta e inclusiva en cuanto al contenido. Los posibles significados metafóricos de estas formas enigmáticas delatan su manera maravillosa de mirar lo familiar y lo fantástico al mismo tiempo.
Aunque puedan ser difíciles de puntualizar representativamente, las formas mismas son excesivamente específicas en términos de forma, color y superficie. Ahí, en esta conducta constructiva, segura y dinámica yace su atractivo, su poder de provocar reacciones especulativas en el público y conmover al espectador. Al adoptar el medio del collage, Francisca Sutil ha desbocado su propia imaginación liberando el potencial de su pintura. Y este camino prometedor es el que ella probablemente seguirá.
Acotación de la artista
“Mi obra emerge de la energía abstracta. Su espacio, color, luz y textura están a menudo estrechamente relacionados con la naturaleza. El concepto inicial junto con “el hacer” de los colores y la manipulación de la pulpa en sí, son para mí los pasos más importantes del proceso. Preparo cada color cuidadosamente hasta obtener la tonalidad y valor exacto que estoy buscando. Trabajo entonces cada color hasta conseguir el peso, riqueza, transparencia o planitud que necesito. A veces agrego materiales diversos para dar al color la textura precisa que busco. Trabajo con mis manos manipulando la pulpa ya coloreada, en verdad dibujando con ella sobre la superficie. No hago dibujos preliminares, trabajo espontáneamente, de esta manera mi obra está cargada con la energía que la generó en su inicio.”
Francisca Sutil: Papel – Pintura 1978-1985
Galería Época, Santiago
1985 |